Rosh Hashaná, que en hebreo significa “Cabeza de Año”, es una de las festividades más solemnes y significativas del calendario judío. Marca el principio de la humanidad y conmemora la creación de Adán y Eva, el primer hombre y la primera mujer, según la tradición bíblica. También representa el inicio del juicio divino, un tiempo de profunda introspección, en el que cada persona evalúa su comportamiento, sus decisiones y el rumbo de su vida.
Este día se considera el tiempo del comienzo, un nuevo ciclo en el cual se busca borrar el pasado y empezar de nuevo. La festividad está relacionada con la idea del Libro de la Vida, donde se desea que todos sean inscritos: “Que nuestro nombre esté escrito en el libro de la vida”. Es un momento para reflexionar sobre el año que termina, cambiar nuestros caminos si es necesario, y decidir con intención qué queremos lograr en el nuevo año.
Durante Rosh Hashaná también se recuerda el nacimiento de figuras clave del judaísmo como Abraham, Jacob, Raquel y Hana, así como momentos fundamentales como cuando José se convirtió en rey de Egipto y cuando terminó la esclavitud en Egipto, hechos que reafirman la redención de toda la humanidad y la guía divina en la historia del pueblo judío.
El centro espiritual de esta festividad está en la Torá, especialmente en el Pentateuco (los 5 libros), que contienen los fundamentos de la fe y la ley judía. Además, se recita el Salmo 1, que habla sobre el justo y el camino correcto, enfatizando que lo que hacemos o decidimos es muy importante.
Rosh Hashaná es, por tanto, una fiesta solemne, pero también llena de esperanza. Invita a regresar a una comunión con Dios, reconociéndolo como el Rey de toda la humanidad y reafirmando el deseo de llevar una vida con propósito y sentido. En esencia, es una celebración del nuevo comienzo, donde se nos da la oportunidad de escribir con conciencia qué queremos hacer este año.