Una mujer está parada en el balcón de un cuarto de hotel en Eilat. Está lejos de su casa y dos de sus hijos le faltan: están en manos de terroristas de Hamás, sin que se sepa su suerte.

Por: May Samra

Silvia Cunio, desesperada, levanta la cara al cielo e implora: le ruega a Dios que le de una señal de que volverán sanos y salvos. Y el milagro sucede. Un avión pasa, desplegando, en vez de humo blanco, un arcoíris de colores. Y la mujer, que ya no tiene puerta que tocar, entiende que Dios le ha respondido. “Dije ‘gracias’ y me quedé tranquila”.

La vida de un familiar de secuestrado no es vida: es una muerte lenta, una tortura continua. Es despertar con miedo y dormir con miedo. Es temerle a los encabezados de los periódicos, al timbre de la puerta y del teléfono, a la voz del interlocutor que suena diferente. Es sacar fuerzas “de donde no las tengo” para abordar un contacto más, una persona más, un medio más, con la esperanza de que esta sea la llave que abra a sus hijos la puerta de la libertad .

Silvia, en entrevista con Enlace Judío, relata que, hace más de un mes, el Primer Ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, le dijo que sus hijos estaban con vida. En unos días, hablará, llorará, pedirá a Javier Milei, presidente de Argentina, que ejerza sus influencias y, después de 600 días de pesadilla, haga el milagro. Así, como en este sueño feliz que tuvo, David, su hijo, cruzará el umbral de su casa. Y ella le dirá: ¿Ya volviste? Y él le contestará: “Sí”.

“Es el 7 de octubre más largo de mi vida”.

Este 7 de octubre, donde los terroristas quemaron las casas para sacar a los habitantes atrincherados en los cuartos seguros y utilizarlos como rehenes. Los terroristas estaban disfrazados de soldados israelíes. Se llevaron a dos, David y Ariel- y Eitán fue exonerado por el destino y salvado por un guardia de seguridad “5 minutos antes de que pase lo terrible”. Las palabras ya no le alcanzan a Silvia, o quizás son demasiado hirientes para sus fuerzas: los reemplaza por “lo terrible”.

Y lo terrible “es cada día, cada minuto ,cada segundo. “(Sobrevivo) por mis hijos por mis cuatro hijos por mis nietos por mi marido y por la familia y amigos y por el pueblo que nos acompaña”. El pueblo noble, el pueblo que se manifiesta a diario, en Israel y la Diáspora, y que promete no parar hasta que vuelvan a casa todos los secuestrados. Estos manifestantes que, hace unos días apenas, han sido quemados vivos por los antisemitas en una calle de Boulder, Colorado, en plenos Estados Unidos. Una de ellos era sobreviviente del Holocausto.

Estos necios que, en Israel, establecieron una plaza y un Foro para poder reunirse. Nunca hubo, en el Estado judío, un Foro De Familias De Secuestrados y Desaparecidos: ya lo hay. El pueblo judío se adapta, bendito sea.

Y lo terrible es que no se sabe si es mejor la acción o la inacción. ¿Es mejor amenazar al Primer Ministro o alabarlo? ¿Tendrá ello influencia sobre quién conformará la lista de los liberados y quién será ejecutado? Silvia no se atreve a emitir un juicio sobre las acciones del gobierno israelí, o quizás no lo tenga:

“La verdad que no sé quién tiene que dar el brazo a torcer y ninguno de los dos lo quiere hacer y no se quieren poner de acuerdo y no pueden ponerse de acuerdo, no pueden. Trump y Witkoff hacen mucho pero espero que sí puedan hacerlo pronto. Pronto, pronto, porque no se puede más Ya mis hijos se están debilitando ahí. No sé si están con vida, eso espero y que sigan así y que tengan las fuerzas para sobrellevar todo esto”.

Todo esto: cada secuestrado liberado trae información de privaciones, de golpes, de torturas. Y el fin del cautiverio es solo un paso. Sus nueras y las hijas de ellas fueron liberadas en intercambios con prisioneros y ceses al fuego. Pero no ha acabado su calvario.

“Lo tratan de manejar todavía pero es muy difícil. Todas las noches no son noches son llantos, son gritos. Y durante el día, lo mismo”.

Yahya Sinwar, de funesta memoria, arquitecto del 7/10, estudió durante años, desde la cárcel, a la sociedad israelí. Y descubrió su debilidad: su gente. Po eso se ensañaron tanto los terroristas con los civiles que atacaron. Por ello los secuestrados. Por ello los asesinados en cautiverio. Porque supo que, debajo de la coraza del poderoso ejército israelí, late un corazón multitudinario que arropa al pueblo entero. Había que herir este corazón, que destruirlo poco a poco, a golpes de crueldad e humillación, de videos de rehenes, de esperanza y decepción.

Pero se le olvidó a Sinwar el dicho del rabino Menajem Mendel de Kotzk: “No hay nada más completo que un corazón judío roto”.

@EnlaceJudio

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