Aritmética, ciencias, el Corán, eran los temas esperados que se enseñarían a niños en aulas dirigidas, pagadas por la UNRWA, el órgano dependiente de la ONU exclusivo para los llamados palestinos.

Por: Ricardo Silva

Desde que Hamás tomó el control de la Franja de Gaza en 2007, la Franja se ha convertido en un escenario de conflicto continuo y una región donde una ideología de odio y extremismo religioso determina las vidas de millones de personas. Un verdadero experimento para crear seres de obediencia absoluta.

Quien tenía 7 años en ese entonces, ahora tendrán 25. La edad perfecta del combatiente.

Una generación entera ha crecido en una realidad donde Israel y los judíos son presentados como un enemigo existencial y la violencia es vista como una forma de vida.

Romper el círculo

El primer paso para romper este ciclo destructivo requiere un proceso profundo y multidimensional de humanización, basado inicialmente en el rediseño del sistema educativo, la rehabilitación económica y el liderazgo con cambio social.

Es una generación que nunca ha conocido una realidad diferente. Alrededor del 47% de la población de Gaza son jóvenes menores de 18 años, que nacieron y crecieron bajo el gobierno de Hamás. El sistema educativo, los medios de comunicación y la cultura en Gaza se han convertido en herramientas políticas para perpetuar el odio y fomentar la violencia. Los niños de Gaza están expuestos desde una edad temprana a procesos de adoctrinamiento basados ​​en distorsiones históricas y en la demonización de Israel y de los judíos.

Cuando levantas una bandera a favor de Palestina, apoyas este adoctrinamiento.

En su mundo, la yihad y el martirio (“shahada”) son vistos como valores supremos.

Hamás entiende el poder del sistema educativo como herramienta no sólo para transferir conocimientos, sino también para formar la conciencia. Pero en lugar de fomentar valores universales como la tolerancia y la coexistencia, el sistema está diseñado para promover el extremismo y el odio religioso que garantizarán la continuidad de su control ideológico para las generaciones venideras.

La historia demuestra que los procesos para borrar la radicalización y el rediseñar el sistema educativo, pueden transformar una sociedad de punta a punta.

Un ejemplo clave es Alemania después de la Segunda Guerra Mundial, que experimentó un proceso de desnazificación en el que se modificó el sistema educativo para promover los valores de la democracia y los derechos humanos.

Un país que fue símbolo del odio y el extremismo se ha convertido en uno de los líderes mundiales con valores de paz, tolerancia y cooperación internacional.

Los países que han enfrentado acciones islámicas radicales y actos criminales extremistas, como Irak y Siria, también están implementando programas de reeducación y rehabilitación psicológica para las víctimas de ISIS. Estos procesos enfatizan la importancia de una educación que combine valores universales con apoyo social y económico, con el fin de desconectar a las poblaciones de la influencia de ideologías extremistas. Hay amplia evidencia del éxito de los procesos de desradicalización entre las víctimas del Islam radical.

Deben eliminarse los contenidos que incitan al odio y la violencia, incluidos libros y materiales de estudio, sustituirse por valores de tolerancia, derechos humanos y convivencia. Los nuevos planes de estudio deberían incluir temas como el pensamiento crítico, la ciencia y la tecnología, además de formar profesores neutrales bajo supervisión internacional.

Los niños y jóvenes que han sufrido un adoctrinamiento profundo necesitan un tratamiento psicológico personalizado y programas educativos informales como talleres de liderazgo y actividades comunitarias para fomentar el pensamiento crítico inclusivo que fomente la pluralidad de opiniones y la aceptación de los demás.

La población de Gaza se acostumbró a vivir sin esfuerzo, del subsidio que Hamás controló. La inversión en infraestructura económica, la creación de empleo y el desarrollo de programas de formación profesional permitirán a los jóvenes tener un futuro positivo e independiente.

La reconstrucción económica debe ir acompañada del apoyo internacional y de la participación de organismos neutrales.

Se debe fomentar el crecimiento de un liderazgo local moderado que se centre en el bien de los residentes en lugar de en ideologías extremistas.

Mientras Hamás controle la Franja de Gaza y cultive en sus niños una cultura de terror y odio hacia Israel, no será posible avanzar hacia la reeducación y la reconciliación.

Ésta es la única manera de romper el ciclo de odio y sentar las bases para un futuro en el que judíos y palestinos puedan vivir uno al lado del otro, con respeto mutuo y una aspiración compartida de paz.

Con estos vecinos, el Estado de Israel debe obligarse a promover acuerdos de normalización que sirvan de base a los procesos de paz, en el entendido de que la reconciliación y la normalización requiere aceptar al otro con sus diferencias, cerrando la heridas, creando intereses mutuos para alcanzar la paz.

© EnlaceJudío

 

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