“El llanto silencioso” recoge testimonios de la violencia de género perpetrada el 7 de octubre por el grupo terrorista. Fue elaborado por la Asociación de Centros de Crisis por Violación en Israel, una organización independiente del gobierno israelí.
POR:Comité Central Israelita del Uruguay
El uso sistemático y generalizado de la violencia sexual contra mujeres jóvenes – así como también contra niñas, adultas e incluso hombres-, es uno los aspectos más aberrantes del ataque de Hamas el 7 de octubre en el sur de Israel. Esa mañana, 1.200 personas fueron asesinadas brutalmente -en su gran mayoría civiles -, y 254 ciudadanos israelíes y extranjeros llevados a la Franja de Gaza, como rehenes. Había hombres y mujeres de todas las edades, niños, e incluso un bebé de origen argentino, Kfir Bibas de 9 meses cuando fue secuestrado junto con su mamá Shiri, y su hermanito Ariel Bibas, de 4 años. Los tres están entre los 120 secuestrados que aún permanecen en Gaza, en manos del grupo extremista palestino Hamas.
A medida que pasaron los días, empezaron a conocerse cada vez más casos de violaciones de mujeres perpetradas por los terroristas ese 7 de octubre. Muchas de ellas fueron violentadas estando ya heridas, o fueron víctimas de lesiones adicionales durante la agresión sexual, antes de terminar asesinadas. En todos los casos, fueron elegidas como blanco por su condición de judías.
La violencia sexual usada como arma de guerra está específicamente definida como un crimen por el Estatuto de Roma firmado en 1998, que estableció la competencia de la Corte Penal Internacional para juzgar estos delitos. El 19 de junio es el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia Sexual en Conflictos, instaurado por la ONU en 2015, para concientizar sobre la necesidad de eliminar esta práctica en los enfrentamientos armados. Sin embargo, pese a los numerosos testimonios y evidencia conocida a partir del 7 de octubre que daban cuenta de atrocidades contra mujeres basadas en el género, no hubo una ola de repudio generalizado por parte de organizaciones vinculadas a los derechos de la mujer.
Recién casi dos meses después del ataque, la ONU Mujeres emitió una declaración sobre la situación de Israel y Gaza en la que condenaba “inequívocamente los brutales ataques de Hamás” contra ese país el 7 de octubre, y expresaba “alarma por los numerosos relatos de atrocidades basadas en el género y violencia sexual durante esos ataques”. En el mismo texto “lamentaba profundamente que se hayan reanudado las operaciones militares en Gaza” y “reiteraba que todas las mujeres, las israelíes, las palestinas, como todas las demás, tienen derecho a una vida segura y libre de violencia”.
Numerosos testimonios de sobrevivientes de la masacre, socorristas, integrantes de los equipos de rescate y médicos permitieron establecer que hubo patrones reiterados de violencia sexual por parte de los terroristas, con un componente de sadismo y alevosía destinados a “intensificar la degradación y el terror de la agresión sexual tanto física como simbólicamente”. Así quedó plasmado en el informe “El llanto silencioso. Crímenes sexuales de guerra del 7 de octubre”, elaborado por la Asociación de Centros de Crisis por Violación en Israel (ARCCI), una organización sin fines de lucro independiente del gobierno de ese país. El trabajo recoge testimonios de difícil lectura por su crudeza y la brutalidad inhumana que reflejan.
“Silencio incomprensible”
“A siete años de que estalló el movimiento #MeToo, un cuarto de siglo después de la Guerra de Kosovo en la que el uso de la violencia sexual en la guerra entró en el discurso público, décadas de lucha feminista para romper los muros de silencio y negación que rodean la agresión sexual, y el mundo nuevamente vuelve a estar en silencio”, señaló Orit Sulitzeanu, directora ejecutiva de esta Asociación al presentar el informe.
Infobae accedió al trabajo a través de una presentación en Argentina por zoom que tuvo lugar en una convocatoria a periodistas en la residencia del embajador israelí, Eyal Sela, de la que participó la propia Sulitzeanu para explicar cómo recabaron la información y los testimonios.
“Frente a la negación que comenzó inmediatamente con la aparición de los primeros relatos, existe una aguda necesidad de explicaciones y descripciones concretas en palabras que puedan romper el vínculo del silencio y el silenciamiento. Esto es especialmente conmovedor ya que muchas de las víctimas que han sido violadas y torturadas fueron asesinadas, sin poder jamás expresar sus experiencias. Cuando la mayoría de las víctimas de agresiones sexuales son asesinadas, tenemos la obligación moral y humanitaria de amplificar su grito silencioso”, se advierte en la introducción del documento.
Los crímenes sexuales continuaron ocurriendo durante el cautiverio de los secuestrados, según distintos testimonios recabados de los rehenes liberados. En ese sentido, esta ONG advirtió que “existe una alta probabilidad” de que los 120 hombres y mujeres que aún permanecen secuestrados en Gaza en manos de Hamás, “todavía corran riesgo de sufrir abuso sexual en un momento dado”.
Los patrones de violencia sexual
El informe de ARCCI recopiló y sistematizó a lo largo de 43 páginas testimonios de múltiples violaciones de mujeres judías por parte de terroristas de Hamas el 7 de octubre. Los ataques sexuales estuvieron acompañados de una violencia brutal y múltiple, con heridas de arma blanca o disparos a corta distancia a la cabeza y los órganos sexuales. Incluyeron mutilaciones y ataques dirigidos hacia los genitales, y seguidos del asesinato de las víctimas. Incluyeron heridas y amputaciones realizados con cuchillos o machetes, disparos de armas de fuego, o la incineración directa de los cuerpos.
Si bien en su mayoría fueron mujeres jóvenes, hubo también niñas, mujeres adultas – e incluso hombres – que fueron víctimas de la violencia sexual cometida por Hamas como parte de su estrategia de sometimiento y humillación del “enemigo”.
Las brutales agresiones sexuales tuvieron lugar en cada una de las zonas del ataque: las casas en los kibutzim que rodean a Gaza, y las bases de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) y el festival de música electrónica Nova que tuvo lugar en el desierto de Negev y contó con unos 4.400 asistentes. Por la cantidad de mujeres jóvenes que concurrió, este fue uno de los principales escenarios de las violaciones sexuales.
Un sobreviviente que deambuló por la zona después de la masacre la definió como “un apocalipsis de cuerpos, muchachas sin ropa, a algunas les faltaba la parte superior y a otras la parte inferior”, según recogió el informe de ARCCI. Esta descripción coincide con los relatos del personal que rescató los cadáveres. Muchos de ellos testificaron que los cuerpos de las jóvenes estaban parcialmente vestidas o desnudos, sangrando abundantemente en el área pélvica y con sus órganos genitales mutilados.
Sapir Cohen, una de las jóvenes que sobrevivió después de haber estado en la fiesta, le contó a la policía cómo, desde un escondite cerca de la autopista 232, “vio a un gran grupo de militantes de Hamas vestidos con uniformes, pasándose a mujeres heridas entre ellos”. En el informe se cita que describió cinco casos diferentes de violaciones de las que fue testigo. En un caso, vio a una mujer joven “con una lesión en la espalda, con los pantalones bajados hasta las rodillas, mientras era sostenida por un terrorista del cabello mientras otro terrorista la penetraba. Cada vez que la mujer se resistía, el terrorista la apuñalaba por la espalda”. En otro caso, vio “cómo mientras un terrorista violaba a una mujer, otro le hacía cortes y mutilaba su cuerpo”.
Según recoge el relevamiento de ARCCI, Sapir pudo ver que “en una especie de punto de encuentro de decenas de hombres, la mayoría vestidos con uniformes de Hamás, se pasaban armas de mano en mano, y mujeres heridas”. Esta sobreviviente relató otro caso en el que el violador “le disparó en la cabeza (a su víctima) mientras la violaba, ni siquiera se subió los pantalones”.
Raz Cohen y Shoham Gueta, también sobrevivientes de la fiesta que se escondieron en otro tramo de la autopista 232, relataron “haber visto a terroristas violar a una joven desnuda y apuñalarla repetidamente”. Según palabras de Gueta, fue “literalmente masacrada”. En otra entrevista concedida por Cohen, y citada en el informe de la ONG israelí, relató que durante otra violación de la que fue testigo, “la joven ya no se movía más, pero el terrorista continuaba violándola”.
Varios sobrevivientes de la masacre en ese festival brindaron testimonios coincidentes de violaciones en grupo, donde las mujeres fueron abusadas y manipuladas por varios terroristas que las golpearon, las hirieron y finalmente las mataron. Los relatos citados en el informe mencionan ataques sexuales por parte de varios integrantes de Hamas – hasta una decena- contra una sola víctima, “en presencia de otros testigos y de una multitud excitada”.
Yoni Saadon, sobreviviente de Nova que fue testigo de la violación de una joven, relató haber escuchado a la víctima gritar: “¡Basta, de todos modos, voy a morir por lo que estás haciendo, solo mátame!’ Cuando terminaron, ellos se reían y el último le disparó en la cabeza’’.
Otro asistente al festival afirmó ante la policía haber visto cuerpos de mujeres en el suelo que fueron brutalmente violadas. “Había chicas allí a las que simplemente se les había roto la pelvis de tanto violarlas”, relató en el testimonio citado por ARCCI.
El coronel israelí Israel Weiss, que participó de la identificación de cadáveres en la base militar Shura, confirmó que “algunos de los cuerpos habían sido torturados y violados”. Shari Mendes, voluntaria en esa misma tarea, pero de cuerpos femeninos, señaló que entre las víctimas de violaciones había mujeres de todas las edades, incluidas niñas, y que “se llevaban a cabo de manera tan brutal que provocaban fracturas de sus huesos pélvicos”.
Mutilaciones genitales
En los testimonios de testigos presenciales y de las fuerzas de rescate y médicas aparece reiteradamente la mención al “daño deliberado a los órganos genitales, tanto de hombres como de mujeres”. El informe menciona “disparos directos y selectivos, mutilación de órganos y destrucción, y quema de órganos sexuales e íntimos”.
Jaim Otmazgin, comandante de las unidades especiales de ZAKA (las siglas en hebreo para Identificación de Víctimas de Desastres), uno de los servicios médicos de emergencias de Israel que actuó tras la masacre del 7 de octubre, fue uno de los que testificó que muchos de los cuerpos fueron encontrados parcialmente o totalmente desnudos, “con sangrado severo de la pelvis y destrucción de los órganos sexuales”. Describió, entre otros casos que mencionó, haber visto el cuerpo de una mujer “despojada de la ropa de la mitad superior del cuerpo, a la que le dispararon en la cabeza, y luego la masacraron. La cabeza estaba separada del cuerpo. No vinieron a matar, vinieron a mutilar”.
En una entrevista citada en el informe, este oficial de ZAKA contó que los cuerpos mutilados se encontraron en toda el área donde se llevó a cabo el festival. A uno de los participantes del festival le abrieron el pecho. “No es fácil cortar un cuerpo. Esto fue obra de alguien que lo hizo y no se detuvo. […] Casi nadie quedó satisfecho con solo disparar”.
Yinon Rivlin, otro sobreviviente del festival Nova, relató que cuando abandonó su escondite para buscar más sobrevivientes, vio el cuerpo de una joven tendida boca abajo, al lado de la ruta, sin pantalones ni ropa interior, con las piernas abiertas. “Sus genitales parecían como si alguien los hubiese destrozado”, según se consigna en el informe.
Cohen también mencionó en su testimonio haber visto la amputación de senos con un cúter por parte de los terroristas. “Después de cortarle el pecho, los arrojaron al suelo y se los pasaron entre ellos como si fuera un juguete”. También contó otro episodio de violación en el que los terroristas cortaron los senos de la joven y luego le cortaron la cara. “Con la desfiguración de su rostro, la víctima se desplomó y desapareció de su vista”.
Los crímenes ocurridos en el festival de música Nova tuvieron lugar, tanto en el predio como en varios lugares de sus alrededores, a lo largo de la ruta, en el parque y en campos abiertos, donde los asistentes huyeron para intentar salvar sus vidas. Algunos fueron capturados en refugios antiaéreos y escondites donde intentaron refugiarse y ocultarse.
Varias de las mujeres víctimas de Hamas fueron halladas desnudas atadas a los árboles, con “mutilaciones en lugares íntimos” que eran “difíciles de ver… todos sus órganos fueron cortados, dañados. Sangre de los genitales. Le insertaron barras de hierro en sus órganos sexuales… hubo disparos en los senos”, según le contó a ARCCI Rami Davidian, un residente de la zona que rescató de forma independiente a cientos de personas del festival. Este socorrista vio más de cinco cuerpos de mujeres en este estado. “Cada uno, a tres o cinco metros de distancia del otro. Desnudos. Estaban atados con ropa o mantas alrededor del árbol con sus manos, o de pie apoyados y atados al árbol”.
Otro voluntario de ZAKA, Jamal Waraki, relató haber visto el cuerpo de una joven cuyas “manos estaban atadas a la espalda, estaba inclinada hacia adelante, semidesnuda, con la ropa interior bajada y desnudada por debajo de las rodillas”.
En los kibutz
Los terroristas también irrumpieron en cientos de casas de los kibutz. Por la festividad de Simjat Torá, muchas albergaban a familiares e invitados que habían llegado por esa fiesta y fueron sorprendidos por los atacantes en las primera horas de la mañana, cuando aún estaban durmiendo. Los atacantes torturaron y asesinaron a sus habitantes, o los tomaron de rehenes y les prendieron fuego las casas.
Según los testimonios de los voluntarios de ZAKA, las fuerzas de rescate y los forenses recogidos en el informe de ARCCI, se encontraron señales de agresión sexual en muchas de esas casas contra mujeres, e incluso niñas. “Escuchamos a muchachas que fueron sacadas de los refugios, niñas que gritaban, violaron a niñas, las quemaron justo después de eso”, le contó un sobreviviente de la masacre a la policía.
En su tarea de rescate como parte de ZAKA, Otmazgin relató haber encontrado en una casa “el cuerpo de una madre con las manos esposadas a la espalda y con claros signos de lucha, mientras que el cuerpo de su hija (una niña o una mujer joven) fue encontrado en la habitación contigua con los pantalones y la ropa interior bajados”.
Nira Shpak, residente de Kfar Aza que se encargó de identificar los cuerpos de los 60 muertos en el kibutz, relevó varios cuerpos encontrados “con órganos íntimos expuestos, a veces con la ropa destrozada”.
Los cuerpos de rescate encontraron numerosos cuerpos atados con alambres, sogas u otros elementos, que luego fueron incinerados. Itzik Itach, voluntario de ZAKA, vio a “una pareja, un hombre y una mujer, que fueron encontrados atados, desnudos, con claros signos de violación en el cuerpo de la mujer”.
Según los distintos testimonios, las agresiones sexuales incluyeron la inserción de armas en los órganos genitales como clavos, granadas y cuchillos. Ante ARCCI, describió Otmazgin haber visto “el cuerpo de una mujer apuñalada en los genitales con un cuchillo aserrado que sirvió para extraer los órganos internos de la mujer, dejándolos entre sus piernas”.
Otro voluntario de esa organización de rescate de víctimas, Nachman Dyksztejna, describió los cuerpos de dos mujeres “atadas de pies y manos a una cama, una de las cuales había sufrido abusos sexuales y fue encontrada con un cuchillo en sus genitales”.
Su compañero Simcha Greenman testificó, también, que vio en una de las casas el cuerpo de una mujer con un objeto punzante clavado en sus genitales, incluidos clavos.
Testigos forzados
Las violaciones se cometieron, en una cantidad de casos, ante las propias parejas, familiares u otros testigos que “se vieron obligados a presenciarlas bajo amenaza a la vida de la víctima y la suya propia, sin capacidad para detener la agresión sexual”.
Este patrón surgió claramente en los testimonios de los equipos de ZAKA que recogieron y retiraron los cuerpos del kibutz. “Se encontraron cuerpos de mujeres en las casas con signos de abuso sexual, junto con los cuerpos de familiares o amigos que parecían haber sido obligados a presenciar el abuso”. El informe recoge testimonios que describen la inmovilización de la víctima de agresión sexual o del familiar obligado a presenciar la agresión.
Según información que recibió la Asociación, soldados encontraron los cadáveres de los miembros de una familia. Por la posición en que fue hallado el cuerpo de la mujer, sin ropa y con señales de abuso sexual, parecía que “su pareja fue obligada a presenciar los abusos sexuales antes de ser asesinados”.
Davidian, vecino de la zona del festival Nova que rescató a cientos de personas, le contó a ACCRI que encontró los cuerpos de un joven y una chica, que parecían ser novios, desnudos y abrazados. “Hubo golpes en sus cuerpos. Abusaron de ellos”, afirmó. El informe también menciona el caso de asistentes al festival “cuyos cuerpos con signos de abuso fueron encontrados en el kibutz Reím, en el mismo espacio, de manera tal que demuestra que los abusos fueron cometidos juntos”.
En las bases militares
El informe también recolectó información sobre agresiones sexuales y por motivos de género en las bases de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), a partir de los cadáveres recogidos por el personal de rescate.
Mendes, que como voluntaria atendió cuerpos en la base militar Shura, pudo ver “mujeres soldado con signos de violencia sexual, algunas con abundante sangrado en la zona pélvica”. Dijo haber visto “una mutilación genital sistemática” de víctimas mujeres, e informó que en alguna ocasión “fue necesario evacuar la base porque algunas de las víctimas llegaban con trampas explosivas insertadas en sus órganos genitales”.
Maayan, oficial militar odontóloga que también trabajó en el campo en la identificación de cadáveres dijo que vio “al menos diez cuerpos de mujeres soldados con claros signos de violencia sexual”.
Delitos sexuales contra hombres
De los testimonios de los miembros de ZAKA reunidos por ARCCI se desprende que también se cometieron abusos sexuales contra hombres. “En algunos casos, sus órganos íntimos fueron mutilados”. Otmazgin describió el cuerpo de un hombre de los asistentes al festival que fue desnudo y encadenado, al que se intentó quemarlo”.
Un testigo que fue rescatado del festival describió haber visto cuerpos de hombres a los que les habían amputado los genitales. Un paramédico describió heridas de bala en los genitales masculinos: “Los disparos estaban dirigidos a órganos sexuales. Lo vimos mucho”.
En cautiverio
La violencia sexual contra las mujeres secuestradas también tuvo lugar durante el cautiverio. Aviva Sigal, liberada después de más de 50 días como rehén, contó haber sido testigo de cómo llevaban al baño a una joven rehén, inmediatamente después de haber sido agredida sexualmente. “Los militantes de Hamas convirtieron a mujeres y hombres en marionetas pendiendo de una cuerda”, afirmó.
Los equipos médicos que trataron a los rehenes que fueron liberados contaron que los hombres también fueron agredidos sexualmente en cautiverio.
“A diferencia de los incidentes ocurridos en otros ámbitos, donde muchas de las víctimas fueron asesinadas, estas agresiones se perpetraron contra personas que todavía están vivas”, destaca el informe. En ese sentido, advierte que “se requiere especial sensibilidad al abordar estas agresiones, que afectan a la salud mental de personas que aún están vivas y que, una vez liberadas, tendrán derecho a elegir si cuentan sus historias y cómo hacerlo”.
Para elaborar el informe, recopilaron datos de fuentes oficiales, publicaciones en prensa local y, especialmente, internacional, entrevistas a “socorristas” en diferentes ámbitos, así como información que llegó a la ARCCI a través de profesionales y llamadas confidenciales. La información recogida de redes sociales o fuentes no verificadas no fue incluida. Según explicó la directora ejecutiva de ARCCI, por una cuestión ética y de respeto a las personas que sufrieron violencia y abusos por parte de Hamas, no se incluyeron en el documento testimonios directos de las víctimas de violencia sexual.