¿Alguna vez te has preguntado cómo es criar a un hijo cuando las alarmas suenan de madrugada, los trenes se detienen y el silencio en las calles habla más que mil palabras?
Esta es la historia real de un padre que vive en medio del conflicto y que, a pesar de todo, elige cada día la vida.
Vivo en Israel desde hace cinco años. Estoy casado y soy padre de un hijo de un año. Desde que comenzó el conflicto entre Irán e Israel, mi vida —y la de millones de personas en este país— ha cambiado profundamente.
A veces me detengo a pensar en lo que significa despertar cada mañana. No importa en qué creas; simplemente tener la oportunidad de vivir un día más es un regalo. Son 24 horas más para respirar, para amar, para resistir.
Con la escalada del conflicto, el ambiente en el país se ha vuelto más denso, más tenso. Se siente en el aire, en las miradas, en las calles más vacías y en las conversaciones más cortas. La preocupación se instaló en la rutina. Todos sentimos miedo, aunque tal vez no lo queríamos admitir. Pero ahora, con un frágil cese al fuego, comienza una etapa de reflexión. Es momento de mirar hacia atrás y valorar lo que somos.
Israel ha demostrado una capacidad de resistencia asombrosa, al ser un gran país. Más de diez millones de personas vivieron días y noches de alarmas constantes, despertando a cualquier hora para correr al búnker más cercano. Y lo hicieron por una sola razón: para vivir. Para poder seguir adelante, como siempre, un día más.
Aunque los trenes aún están retrasados y el transporte no ha vuelto por completo a la normalidad, nuestra esperanza se mantiene firme. Cada día me levanto y digo con convicción: “Am Israel Jai” —el pueblo de Israel vive—, porque somos, seremos y nunca dejaremos de ser fuertes. No importa lo que venga: saldremos adelante.
Quiero aprovechar este espacio para agradecer profundamente al Tzahal (Fuerzas de Defensa de Israel) por su incansable labor. Rezo por cada soldado para que regrese sano y salvo a casa, y por los secuestrados en manos de Hamás, para que pronto puedan reunirse con sus familias.